Las humedades que aparecen en las fachadas no son solo un problema visual. Aunque muchas veces se intentan disimular con una capa de pintura o con pequeñas reparaciones puntuales, lo cierto es que pueden esconder fallos más graves en la envolvente del edificio. Y si no se actúa a tiempo, terminan afectando al confort interior, al gasto energético… e incluso a la salud de las personas.
Detectar el origen real de la humedad y aplicar una solución duradera es clave. Una de las opciones más efectivas es mejorar el aislamiento de la fachada, especialmente con materiales que no solo aíslan del frío y el calor, sino que también actúan como barrera frente al agua.
Causas por las que aparecen humedades en las fachadas
La fachada de una vivienda está continuamente expuesta a la climatología: lluvia, viento, humedad ambiental, sol, entre otros factores. Con el paso del tiempo, cualquier debilidad en el sistema constructivo puede convertirse en una vía de entrada de humedad.
Las causas más comunes son:
- Grietas, fisuras o juntas mal ejecutadas
Con el paso del tiempo o debido a errores en la construcción, pueden aparecer grietas o fisuras en el revestimiento de la fachada. También es común que las juntas de dilatación —zonas pensadas para absorber los movimientos naturales del edificio— no estén bien selladas o se deterioren. Estas pequeñas aberturas funcionan como vías de entrada para el agua de lluvia, que se infiltra en el muro y genera humedades desde el interior.
- Revestimientos porosos o en mal estado
Muchos revestimientos exteriores pierden sus propiedades con los años: se vuelven porosos, se agrietan o directamente se desprenden. En ese estado, dejan de actuar como barrera protectora frente al agua y permiten que la humedad penetre fácilmente, sobre todo cuando llueve con viento o en fachadas muy expuestas.
- Ausencia de aislamiento térmico adecuado
Una fachada mal aislada no solo pierde calor en invierno y deja entrar el calor en verano. También se convierte en un foco de condensación. Cuando la pared exterior está muy fría y en el interior hay humedad ambiental (por ducha, cocina, respiración…), el vapor se condensa en esa superficie fría formando gotas de agua. Con el tiempo, esto genera moho, manchas negras y mal olor.
- Condiciones ambientales exigentes
Las zonas con alta humedad relativa, frecuentes lluvias o exposición constante al viento son mucho más agresivas para los materiales de fachada. Si además la orientación del edificio impide que el sol ayude a secar la superficie, como ocurre en fachadas orientadas al norte, la humedad se acumula durante más tiempo, favoreciendo la aparición de hongos y el deterioro de los acabados.
- Envejecimiento de los materiales sin mantenimiento
Como cualquier otro elemento constructivo, los materiales de fachada envejecen. Si no se realiza un mantenimiento periódico, pierden sus propiedades hidrófugas, se agrietan o se desprenden. Esto ocurre especialmente en edificios con más de 20 años sin rehabilitación. Un pequeño defecto puede permitir la
Estos factores, por separado o combinados, permiten que el agua penetre en la estructura del muro, generando manchas, moho, desprendimientos o sensación de frío constante en el interior de la vivienda.
Tipos de humedad: cómo identificarlos
No todas las humedades son iguales. Para dar con una solución eficaz, lo primero es saber de qué tipo se trata:
- Filtraciones externas: se producen cuando el agua de lluvia atraviesa la fachada, ya sea por grietas, revestimientos deteriorados o puntos débiles en la impermeabilización. Aparecen manchas localizadas, moho o desconchones en las paredes interiores.
- Condensación: este tipo de humedad se forma dentro de la vivienda, cuando el vapor de agua entra en contacto con una superficie fría, como una pared mal aislada. Aparecen gotas, moho en esquinas o tras los muebles, y suele estar relacionada con la falta de aislamiento térmico.
- Capilaridad: sucede cuando el agua del subsuelo asciende por los muros porosos, especialmente si no hay una barrera antihumedad en la base de la construcción. Es muy habitual en viviendas antiguas o en plantas bajas, y suele dejar manchas en la parte inferior de las paredes, acompañadas de salitre o pintura levantada.
Qué ocurre si no se trata la humedad a tiempo
El principal error que se comete es minimizar el problema. Aplicar soluciones estéticas, como pintar encima o utilizar productos antihumedad, solo enmascara los síntomas sin atacar la causa real. Con el paso del tiempo, esto puede derivar en:
Daños estructurales
Cuando la humedad penetra en los materiales de construcción, los deteriora desde dentro. El agua puede disolver las sales minerales presentes en los morteros, debilitando su cohesión, lo que provoca que los ladrillos o bloques pierdan resistencia mecánica. A medida que esta degradación avanza, aparecen grietas, desprendimientos de revoco, fisuras y, en casos graves, fallos estructurales.
Además, si hay componentes metálicos en el muro —como armaduras en el hormigón o anclajes estructurales— la humedad acelera su oxidación. Esto no solo reduce su resistencia, sino que la expansión del óxido genera tensiones internas que agrandan las grietas y aceleran el deterioro.
En edificios antiguos o con problemas previos de asentamiento, la presencia constante de humedad puede llegar a afectar muros de carga, pilares o forjados, poniendo en riesgo la estabilidad del inmueble
Problemas de salud
La humedad en paredes y techos genera un entorno ideal para el crecimiento de moho y hongos. Estos organismos liberan esporas microscópicas que permanecen en el aire y pueden ser inhaladas por los ocupantes de la vivienda. Aunque a simple vista solo veamos manchas negras o verdosas, lo cierto es que el verdadero peligro está en lo que no se ve: el deterioro invisible de la calidad del aire.
Las personas más vulnerables —niños, personas mayores, embarazadas, asmáticos o alérgicos— pueden sufrir:
- Irritación en ojos, nariz o garganta.
- Aumento de crisis asmáticas o respiratorias.
- Dolor de cabeza recurrente y sensación de fatiga.
- Empeoramiento de alergias crónicas o sensibilidad química.
Vivir en un entorno húmedo, además, afecta al bienestar general: la casa resulta más fría, huele mal, y se crea una sensación constante de incomodidad y falta de higiene.
Mayor consumo energético: Pocas personas relacionan directamente las humedades con la factura energética, pero la conexión es clara. Una pared húmeda pierde gran parte de su capacidad aislante, porque el agua actúa como conductor térmico. Esto significa que en invierno, el frío exterior entra con mayor facilidad, y en verano, el calor penetra antes.
El resultado:
- Hay que subir la calefacción más horas o más grados para lograr una temperatura confortable.
- El aire acondicionado tarda más en enfriar la estancia y consume más electricidad.
- El sistema de climatización trabaja el doble… y eso se refleja directamente en el bolsillo.
Además, el consumo extra de energía contribuye a una mayor huella de carbono de la vivienda. Es decir, un problema que parecía local y “menor” termina afectando también al impacto ambiental del hogar.
Aislamiento térmico: una solución efectiva contra la humedad
Una de las formas más eficaces de prevenir la humedad en las fachadas es instalar un buen aislamiento térmico. Cuando se aísla correctamente una pared, se evita que se enfríe en exceso (previniendo la condensación), se impide el paso del agua exterior y se crea una barrera continua que protege toda la envolvente del edificio.
Los materiales como la termopiedra no solo aíslan del frío o el calor, sino que además:
- Ofrecen resistencia a la penetración del agua.
- Permiten que la pared transpire, evitando la acumulación de humedad en el interior.
- Son duraderos y requieren poco mantenimiento.
- Mejoran el aspecto exterior del edificio.
Además, al evitar la entrada de humedad y mantener una temperatura estable en las paredes, se reduce la posibilidad de aparición de moho, manchas o desconchones.
Soluciones para eliminar las humedades en fachadas
Una vez se ha identificado el tipo de humedad y su causa principal, es momento de actuar. Lo importante no es tapar el síntoma, sino resolver el problema de raíz. Y para eso, hay que aplicar soluciones eficaces, bien ejecutadas y adaptadas a las condiciones del edificio.
Reparación de grietas y fisuras
Antes de aplicar cualquier sistema impermeabilizante o aislante, es esencial revisar el estado de la fachada. Si hay grietas, fisuras o puntos de entrada visibles para el agua, deben sellarse correctamente.
Se suelen emplear:
- Morteros técnicos para reparaciones estructurales.
- Masillas elásticas en juntas de dilatación o zonas móviles.
- Bandas de refuerzo en puntos frágiles o expuestos.
Ignorar estas pequeñas patologías puede hacer que el agua siga entrando, incluso con una fachada aislada. Por eso, el primer paso siempre es corregir el soporte existente.
Sistemas impermeabilizantes
En casos donde las humedades se originan por filtraciones externas directas, se puede aplicar una capa impermeable que actúe como barrera contra el agua. Hay varias opciones, según la fachada y su exposición:
- Revestimientos líquidos impermeables, que crean una película continua sobre la superficie.
- Láminas adheridas impermeables, más recomendadas en fachadas muy castigadas por el agua.
- Morteros impermeabilizantes, ideales para zócalos o zonas en contacto con el terreno.
Estas soluciones bloquean la entrada de agua, pero no mejoran el comportamiento térmico de la fachada. Es decir, no resuelven condensaciones internas ni puentes térmicos, por lo que muchas veces deben combinarse con aislamiento.
Revestimientos hidrófugos y pinturas antihumedad
En algunos casos, especialmente en edificios con valor patrimonial o fachadas de ladrillo visto o piedra natural, se recurre a tratamientos que repelen el agua sin alterar el acabado original.
- Los productos hidrófugos se aplican como una capa transparente que protege frente a la humedad ambiental o la lluvia fina.
- Las pinturas antihumedad son una solución estética o de refuerzo, pero no detienen filtraciones graves ni mejoran el aislamiento.
Son útiles como medida de apoyo o mantenimiento, pero no deben considerarse una solución principal cuando el problema es estructural o térmico.
Aislamiento térmico
Cuando las humedades están relacionadas con paredes frías, condensaciones internas o ausencia de aislamiento, la mejor solución es actuar sobre la envolvente térmica del edificio. Aislar correctamente una fachada no solo previene la humedad, sino que:
- Mejora el confort interior.
- Reduce el consumo energético.
- Alarga la vida útil de los materiales.
- Evita la aparición de moho y hongos.
Escoger el mejor tipo de aislamiento térmico depende de aspectos como el clima, el tipo de vivienda y el presupuesto. Saber adaptarse a cada situación, aumenta las probabilidades de solucionar el problema.
¿Por qué el aislamiento térmico ayuda a combatir las humedades?
- Evita los contrastes de temperatura, lo que reduce la posibilidad de que el vapor de agua se condense en las paredes interiores.
- Actúa como barrera física frente a filtraciones o capilaridad, siempre que el aislamiento esté bien ejecutado y acompañado de un sellado adecuado.
- Permite la transpiración de los muros, lo que ayuda a mantener un equilibrio saludable de humedad sin que las paredes se enfríen en exceso.
- Sella puentes térmicos, puntos por donde el frío o la humedad suelen penetrar con más facilidad.
Termopiedra
La termopiedra es un sistema constructivo que combina aislamiento térmico, resistencia mecánica y capacidad impermeable en un solo panel. A diferencia de los sistemas tradicionales multicapa, aquí hablamos de un material integral, pensado para proteger la fachada desde el primer día, tanto frente al clima como frente a la humedad.
Ventajas de la termopiedra
Resistencia total a la humedad exterior
La termopiedra tiene una absorción de agua casi nula, lo que impide que la lluvia, las salpicaduras o la humedad ambiental penetren en la estructura del muro. Además, gracias a su composición densa, no se agrieta ni se deforma con el paso del tiempo, algo clave en zonas expuestas al frío, heladas o variaciones térmicas intensas.
Alta capacidad aislante, sin necesidad de sistemas multicapa
A diferencia de otros sistemas que requieren combinar varios productos (aislante, malla, mortero, pintura, etc.), la termopiedra actúa como una solución única, reduciendo puntos débiles en la instalación. Mantiene las paredes a una temperatura estable y evita la aparición de condensaciones interiores.
Transpirabilidad y estabilidad térmica
Permite que el muro respire de forma natural, evitando la acumulación de humedad interna. Esta transpirabilidad, unida a su inercia térmica, hace que la vivienda mantenga una temperatura agradable durante todo el año, sin zonas frías ni sensación de pared húmeda.
Estética duradera y sin mantenimiento
Al ser un revestimiento acabado, no necesita pinturas adicionales ni repintados periódicos. Su acabado mineral resiste el paso del tiempo, el sol, la lluvia, los impactos y los ciclos de hielo-deshielo, sin perder color ni agrietarse. Disponible en varios tonos y acabados, se adapta tanto a obra nueva como a rehabilitaciones.
Instalación rápida y limpia
Su sistema de anclaje permite una instalación ágil, sin necesidad de aplicar morteros húmedos o realizar trabajos invasivos. Esto reduce los tiempos de obra y minimiza las molestias para los ocupantes del edificio.
Protege tu fachada de la humedad
Entre todas las soluciones disponibles, el aislamiento térmico exterior es, sin duda, una de las más eficaces para prevenir humedades y mejorar el confort del hogar. Y dentro de esas soluciones, la Termopiedra se posiciona como una alternativa sólida, duradera y sin complicaciones.
Con la Termopiedra no solo proteges tu edificio frente al agua y al frío: también mejoras su estética, lo haces más eficiente energéticamente y alargas su vida útil sin apenas mantenimiento.
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